27 de enero de 2008

Corea: Cuota de Pantalla y Libre Comercio

por Yu Gina
Coalición para la Diversidad Cultural,
Corea del Sur.





Desde hace varios años, Corea lucha por su soberanía cultural contra los Estados Unidos. Durante las negociaciones del Tratado de Inversión Bilateral Corea-EE.UU., Corea se esforzó por proteger su sistema de cuotas de pantalla, una política cultural que busca preservar el cinema coreano. En el proceso, aprendimos que el Tratado de Inversión Bilateral los Acuerdos de libre comercio y el AGCS que consideran la cultura como una mercancía de libre comercio, intentan socavar la coexistencia de varias culturas y fomentar una única, uniformizada y estandarizada a nivel mundial.

En contra de una expansión del neoliberalismo y la globalización, me gustaría compartir con ustedes la experiencia coreana en su lucha por la soberanía cultural a través del sistema de cuota de pantalla.



Tratado de Inversión Bilateral y política cultural

Frente a la intensa presión estadounidense, la industria del cine coreano estuvo a punto de colapsar a finales de los años 1980. Al eliminarse completamente las restricciones para las películas importadas, la industria del cine coreano se enfrentó a una seria amenaza. Como para empeorar las cosas, la industria cinematográfica norteamericana inició, desde 1988, la distribución directa de las películas de Hollywood en Corea. De este modo, las cintas distribuidas directamente empezaron a aumentar su cuota de mercado a un ritmo alarmante, mientras que las producciones coreanas se reducían considerablemente. La participación en el mercado de las películas coreanas cayó del 33% en 1985 al 15,9% en 1993.

Frente a estas terribles condiciones, la gente relacionada con el séptimo arte en Corea, que estaba buscando alternativas para salvar la frágil industria cinematográfica del país, dirigió su mirada hacia el sistema de cuotas de pantalla, una política cultural no obligatoria adoptada en 1966. En 1993, se formó el grupo “Observadores de la cuota de pantalla”, que precedería la Coalición para la Diversidad Cultural de la Imagen en Movimiento, y se empezó a vigilar la puesta en práctica del sistema de cuota de pantalla en la industria del cine. Así, se resucitó el sistema de cuota de pantalla.

Esta medida, que garantiza la proyección de producciones domésticas al menos 106 días del año en cada pantalla, fue la última fortaleza para la afligida industria cinematográfica coreana. No obstante, Estados Unidos insistió en la abolición del sistema, aludiendo la necesidad de concluir el Tratado de Inversión Bilateral. Mientras se negociaba el tratado con Estados Unidos como una salida para superar la crisis financiera de 1997, que golpeó a Corea y a otros países asiáticos, el gobierno coreano trató de reducir los días del sistema de cuota de pantalla. La respuesta dada por los profesionales del cine fue la creación de una Comisión de Emergencia destinada a proteger el sistema en vigor y oponerse colectivamente a la propuesta del gobierno contando con el apoyo de diversas ONG. El resultado obtenido fue el retiro de la propuesta y la promesa de mantener el sistema de cuota de pantalla.

La industria coreana cinematográfica ha avanzado como nunca antes gracias al sistema de cuota de pantalla. La participación en el mercado ha crecido pasando del 20-25% en la década de 1990 a más del 45% en 2001-2002, las cintas coreanas han demostrado que el crecimiento de la industria no ha sido un fenómeno efímero. Detrás de este sólido aumento cuantitativo, el año 2002 mostró claramente un desarrollo cualitativo del cine coreano recompensado con premios internacionales (el Director Im Kwon Taek por su trabajo en Chihwaseon en el festival de Cannes y Lee Chang-dong por Oasis en el de Venecia). El sistema también ha dado la oportunidad a las películas coreanas de aumentar su audiencia dentro del país. Si Corea hubiese firmado el tratado con Estados Unidos, el sistema se habría anulado y el cine coreano nunca habría renacido.

El sistema de cuota de pantalla como política cultural de “coexistencia”

Como todos sabemos, la cultura expresa identidad, valores de la existencia y modos de vivir de individuos y sociedades. Antes de considerar la cultura como una mercancía o un servicio, necesitamos pensar en el valor básico de los bienes culturales. Sólo entonces, podremos darnos cuenta que, a diferencia de artículos de consumo generales y de los productos industriales, la cultura tiene una característica que la convierte en algo más que una simple mercancía, incluso bajo el sistema de libre comercio de una economía global. De esta manera, todos los países merecen tener diversas políticas culturales con el fin de defender su propia cultura frente a la propagación de los centros comerciales a la americana a través del mundo.

El monopolio de las empresas gigantes de comunicación en la industria audiovisual se está acelerando. Por ejemplo, en la industria del cine, Hollywood domina el mercado del planeta en más de un 85%. Estas colosales compañías poseen el capital y la capacidad de distribución que les falta a las firmas nacionales, por ello, es muy injusta la competencia bajo las mismas condiciones entre las mega empresas internacionales y las pequeñas firmas domésticas.

Los acuerdos de libre comercio multilaterales, como los promovidos por la OMC, aceleran la monopolización de pocas grandes empresas de comunicación al equiparar los productos culturales a otros artículos generales. Según la OMC, el libre comercio de productos culturales ampliará los intercambios culturales entre los países. Contrariamente a las declaraciones de la OMC, el libre comercio de los productos culturales amenaza la identidad cultural de las minorías al extender la estandarización de la cultura norteamericana.

Cabe recordar que el lanzamiento de una nueva ronda de negociaciones en el seno de la OMC, también conocida como la Agenda para el Desarrollo de Doha, constituye una seria amenaza a la diversidad cultural. Dichas negociaciones, en discusión, apuestan por la apertura de un mercado cultural a gran escala. Si los mercados se ven forzados a una apertura, las políticas culturales propias de cada país serán consideradas como barreras al libre comercio y, con el tiempo, serán sacrificadas en nombre del progreso económico enviando al paredón a su propia cultura.

Con el mismo enfoque, Estados Unidos ha solicitado al gobierno que suprima el sistema de cuota de pantalla el 30 de junio según la petición inicial, poniendo nuevamente el tema en la mesa de negociaciones del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios de la OMC. No obstante, es importante resaltar que limitar el establecimiento y aplicación de políticas culturas, además de intensificar el monopolio cultural, quebranta incluso la filosofía del comercio justo y libre de la OMC.

Con el fin de materializar la coexistencia y los intercambios entre las múltiples culturas, ideal de toda la humanidad, es importante primero garantizar la preservación de culturas individuales, algunas de las cuales están al borde de la desaparición. Si los acuerdos de libre comercio ponen trabas al establecimiento y ejecución de estas políticas, debemos mantenernos firmes contra ellos. El gobierno de cada país no debe tolerar ningún impedimento a la ejecución de las medidas de apoyo destinadas a su propia cultura. Las reglas que deben derogarse no son las de las políticas culturales, sino las que se refieren a un libre comercio injusto que no tenga en cuenta la cultura.

Convención para la diversidad cultural y los acuerdos de coproducción

A lo largo de la historia, la gente ha sufrido por las guerras, los conflictos ideológicos, las hostilidades y la falta de confianza. Incluso una vez terminada la guerra fría, el espectro de la lucha bélica subsiste. La situación no ha cambiado, ya que aún no hemos entendido completamente la posición del otro, especialmente de una persona, grupo o país débil. La paz solo puede promoverse en una tierra fértil abonada por el entendimiento y el respeto del otro, entre el más fuerte y el más endeble.

Tenemos que mancomunar esfuerzos para ampliar los intercambios culturales que permiten entender y respetar a los demás. Las políticas orientadas hacia la promoción cultural no se deben basar en el aislacionismo cultural, sino centrarse en los intercambios culturales. Las culturas que gozan de una interacción mutua positiva con una variedad de culturas se enriquecen y hacen más maduras. Por lo tanto, la comunicación y los intercambios culturales entre los diferentes países, personas y comunidades deben ampliarse. El incremento de los intercambios es un factor esencial para lograr una paz durable en la tierra.

Sin embargo, el acuerdo de comercio global de la OMC amenaza la identidad cultural y la diversidad y, al mismo tiempo, debilita el valor de los intercambios culturales permitiendo una invasión de artículos culturales por medio del poder dado por el capital. Es hora de discutir la manera de contraatacar la OMC con el fin de promocionar nuestra cultura y ampliar los intercambios culturales basados en el respeto mutuo.

En la Asamblea General de noviembre de 2002 de la Red Internacional para la Diversidad Cultural y de la Red Internacional sobre Políticas Culturales, redactamos un proyecto de acuerdo para una nueva Convención para la Diversidad Cultural que proteja los valores culturales del reino de los acuerdos comerciales. Nuestra tarea consiste en detener la uniformidad de la cultura antes del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios en 2005, necesitamos concluir una convención en diversidad cultural obligatoria y legal. Dicha convención permitirá que los países aumenten sus políticas culturales al promover intercambios culturales más allá de sus fronteras.

Los acuerdos conjuntos pueden ser una solución para amparar los valores culturales y económicos respetando, al mismo tiempo, las políticas culturales de otros países. La colaboración en proyectos de coproducción se perfila como un instrumento que permite superar la limitación del mercado doméstico y garantizar el rendimiento del capital dando la oportunidad de difundir la tecnología.

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